viernes, 17 de enero de 2014


oscuridad
se despiertan las paredes
fumo para un acto de revelación
que no sea tú

martes, 2 de julio de 2013

Pequeña muerte

... íbamos en autobús, hablando de vacaciones, de una vecina guapa que todos los vecinos querían besar. El conductor había sido elegido entre los más diestros. Algunos entre los demás sabían hacia dónde nos dirigíamos. Estaba tranquilo.

La carretera era ancha pero al llegar al río no se acertaba su continuación. El conductor giró a la izquierda noventa grados con la precisión de un instrumento de dibujo. Desafortunadamente, entre la roca y el precipicio, ya no quedaba espacio para las ruedas de un autobús...

¡Oh, cómo precipitaba de bien! ¡Inmóvil! ¡Súbito! Otra pequeña muerte. Luz.

domingo, 12 de agosto de 2012

2 poemas de John Burnside

EL MITO DEL GEMELO

Alguien sigue despierto
en la noche del piso de mi abuelo
con sus cortinas y macetas
y sus libros repletos de hojas de haya
prensadas para que el color perviva,


y alguien está soñando el sueño
que me duró semanas: vagando por la playa
tomé un guijarro y lo partí en dos,
como un albaricoque,
para encontrarme un niño vivo
incubado en la piedra;


como la radio, el murmullo del agua,
la sensación de un golpe en la negrura,
cuando paso la noche en vela
y llegan las respuestas, simples, nítidas, como la llamada de las aves
o la atracción del mar, cuando la luna se alza entre las nubes
y advierto los contornos de su piel: la huella de una mano, un iris.


 
(El mito del gemelo, 1994)






EL BUEN VECINO

 

En esta misma calle, ignorado por mí,
detrás de un laberinto de manzanos y estrellas,
se levanta de buena mañana, toma un libro
y se acomoda en el alféizar o ante una mesa
para atender el alba, solo por una vez,
anónimo, sin cargas, feliz consigo mismo.


No sé quién es; jamás me lo he encontrado
en la pescadería o en la cola del banco,
y aún así pienso en él, en noches semejantes,
despertando en mi casa a solas, y en mis otros vecinos
en sus camas igual que moscas soñolientas.


Observa lo que observo, prueba lo que yo pruebo:
las noches de invierno, la nieve; en verano, el cielo.
Escucha entre las nubes las líneas de los pájaros
y, como ese fantasma que aparece en los viejos
relatos de viajeros, ese espectro en el hielo, el quinto
en un grupo de cuatro, no está del todo ahí,
y sin embargo no es del todo inexistente;


y cuando deja el libro a un lado, mira la hora
y llena la tetera, algo encapuchado se para,
mientras célula a célula, un latido por vez,
mi buen vecino se hace a un lado
y se transforma en alguien a quien he conocido:
un extraño que pasa rumbo a la tristeza,
esposo y padre; hombre rico; pobre; ladrón.


(El buen vecino, 2005)

domingo, 1 de enero de 2012

Es otra primera mañana. Me despierto con la sensación de tener algo escrito en la espalda. Sin duda, mientras dormía, las sábanas han hecho su trabajo.

martes, 6 de diciembre de 2011

Canto I



Altazor ¿por qué perdiste tu primera serenidad?
¿Qué ángel malo se paró en la puerta de tu sonrisa
Con la espada en la mano?
¿Quién sembró la angustia en las llanuras de tus ojos como el adorno de un dios?
¿Por qué un día de repente sentiste el terror de ser?
Y esa voz que te gritó vives y no te ves vivir
¿Quién hizo converger tus pensamientos al cruce de todos los vientos del dolor?
Se rompió el diamante de tus sueños en un mar de estupor
Estás perdido Altazor
Solo en medio del universo
Solo como una nota que florece en las alturas del vacío
No hay bien no hay mal ni verdad ni orden ni belleza
¿En dónde estás Altazor?


La nebulosa de la angustia pasa como un río
Y me arrastra según la ley de las atracciones
La nebulosa en olores solidificada huye su propia soledad
Siento un telescopio que me apunta como un revólver
La cola de un cometa me azota el rostro y pasa relleno de eternidad
Buscando infatigable un lago quieto en donde refrescar su tarea ineludible
Altazor morirás Se secará tu voz y será invisible
La tierra seguirá girando sobre su órbita precisa
Temerosa de un traspiés como el equilibrista sobre el alambre que ata
las miradas del pavor
En vano buscas ojo enloquecido
No hay puerta de salida y el viento desplaza los planetas
Piensas que no importa caer eternamente si se logra escapar
¿No ves que vas cayendo ya?
Limpia tu cabeza de prejuicio y moral
Y si queriendo alzarte nada has alcanzado
Déjate caer sin parar tu caída sin miedo al fondo de la sombra
Sin miedo al enigma de ti mismo
Acaso encuentres una luz sin noche
Perdida en las grietas de los precipicios


Cae
Cae eternamente
Cae al fondo del infinito
Cae al fondo del tiempo
Cae al fondo de ti mismo
Cae lo más bajo que se pueda caer
Cae sin vértigo
A través de todos los espacios y todas las edades
A través de todas las almas de todos los anhelos y todos los naufragios
Cae y quema al pasar los astros y los mares
Quema los ojos que te miran y los corazones que te aguardan
Quema el viento con tu voz
El viento que se enreda en tu voz
Y la noche que tiene frío en su gruta de huesos


Cae en infancia
Cae en vejez
Cae en lágrima
Cae en risas
Cae en música sobre el universo
Cae de tu cabeza a tus pies
Cae de tus pies a tu cabeza
Cae del mar a la fuente
Cae al último abismo del silencio
Como el barco que se hunde apagando sus luces


Todo se acabó
El mar antropófago golpea la puerta de las rocas despiadadas
Los perros ladran a las horas que se mueren
Y el cielo escucha el paso de las estrellas que se alejan
Estás solo
Y vas a la muerte derecho como un iceberg que se desprende del polo
Cae la noche buscando su corazón en el océano
La mirada se agranda como los torrentes
Y en tanto que las olas se dan vuelta
La luna niño de luz se escapa de alta mar
Mira este cielo lleno
Más rico que los arroyos de las minas
Cielo lleno de estrellas que esperan el bautismo
Todas esas estrellas salpicaduras de un astro de piedra lanzado en las aguas eternas
No saben lo que quieren ni si hay redes ocultas más allá
Ni qué mano lleva las riendas
Ni qué pecho sopla el viento sobre ellas
Ni saben si no hay mano y no hay pecho
Las montañas de pesca
Tienen la altura de mis deseos
Y yo arrojo fuera de la noche mis últimas angustias
Que los pájaros cantando dispersan por el mundo


Reparad el motor del alba
En tanto me siento al borde de mis ojos
Para asistir a la entrada de las imágenes


Soy yo Altazor
Altazor
Encerrado en la jaula de su destino
... 


Vicente Huidobro

domingo, 11 de septiembre de 2011

sábado, 3 de septiembre de 2011

Los poseídos


Aquel, pues, que sin la locura de las musas acude a las puertas de la poesía, persuadido de que, como por arte, va a hacerse un verdadero poeta, lo será imperfecto, y toda obra que sea capaz de crear, estando en su sano juicio, quedará eclipsada por la de los inspirados y los posesos.


Platón, Diálogos.