domingo, 7 de junio de 2009

Sobre Maquiavelo


En los talkback radiofónicos miembros del gran público han llamado a la emisora para decir que, si bien aceptan que la tortura en general es algo malo, aun así resulta necesaria en ocasiones. Algunos incluso sugieren que tal vez debamos hacer un mal con vistas a un bien mayor. Por lo común se muestran desdeñosos hacia los opositores irreductibles a la tortura: tales personas, dicen, no tienen los pies en el suelo, no viven en el mundo real.

Dice Maquiavelo que si como gobernante aceptas que cada una de tus acciones debe aprobar un examen moral, con toda seguridad serás derrotado por un adversario que no se somete a semejante prueba moral. Para conservar el poder no sólo has de dominar las artes del engaño y de la traición, sino también estar dispuesto a emplearlas cuando sea necesario.

La necesidad, neccessitá, es el principio rector de Maquiavelo. La vieja posición premaquiavélica consideraba que la ley moral era suprema. Si en ocasiones se infringía la ley moral era algo lamentable, pero, al fin y al cabo, los dirigentes eran meramente humanos. La nueva posición, la maquiavélica, establece que infringir la ley moral está justificado cuando es necesario.

Así se inauguró el dualismo de la moderna cultura política, que sostiene simultáneamente unos criterios de valor absoluto y relativo. El estado moderno apela a la moralidad, la religión y la ley natural como el fundamento ideológico de su existencia. Al mismo tiempo está dispuesto a transgredir alguna de éstas o todas en aras de su pervivencia.

Maquiavelo no niega que las exigencias que nos plantea la moralidad sean absolutas. Al mismo tiempo afirma que, en interés del estado, el gobernante "está a menudo obligado [neccessitato] a actuar sin lealtad, sin piedad, sin humanidad y sin religión".
La clase de persona que llama a un talkback radiofónico y justifica el uso de la tortura en el interrogatorio de prisioneros tiene en su mente el doble criterio exactamente de la misma manera: sin negar en lo más mínimo las exigencias absolutas de la ética cristiana (ama a tu prójimo como a ti mismo), esa persona aprueba que se deje las manos libres a las autoridades (el ejército, la policía secreta) para hacer lo que sea necesario a fin de proteger a la población de los enemigos del estado.

La reacción típica de los intelectuales liberales es aferrarse a esta contradicción: ¿cómo puede algo estar a la vez bien y mal, o por lo menos estar mal y recibir el visto bueno, al mismo tiempo? Lo que los intelectuales liberales no ven es que esta llamada contradicción expresa la quintaesencia de lo maquiavélico y, en consecuencia, lo moderno, una quintaesencia que ha sido concienzudamente absorbida por el hombre de la calle. El mundo está regido por la necesidad, dice el hombre de la calle, no por un abstracto código moral. Tenemos que hacer lo que tenemos que hacer.

Si usted desea oponerse a la postura del hombre de la calle, no puede hacerlo apelando a los principios morales y mucho menos exigiendo que la gente viva de tal manera que no existan contradicciones entre lo que dicen y lo que hacen. La vida corriente está llena de contradicciones, y la gente corriente está acostumbrada a darles cabida. Lo que debe hacer más bien es atacar a la condición metafísica, supraempírica de la neccessitá y mostrar que es fraudulenta.

"Diario de un mal año" J. M. Coetzee



¿Si usted desea oponerse a la postura del hombre de la calle debe atacar la condición metafísica, supraempírica de la neccessitá y mostrar que es fraudulenta?


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